¿Qué tienen que ver el olfato, la memoria y las emociones? Volver a oler algunos de los aromas clásicos de nuestra infancia nos ha hecho muchas veces remontarnos a esa época. E incluso recordar una escena nítidamente, con todo lujo de detalles. Otros olores los relacionamos directamente con personas. O con lugares.
La razón es que poseemos una memoria olfativa, un catálogo de olores en el cual recogemos miles de aromas que se acumulan en el hipocampo, una parte del cerebro situada en el sistema límbico.
¿Qué es la memoria olfativa?
La memoria olfativa se refiere al recuerdo de los olores. Si clasificamos los tipos de memoria en función a nuestros sentidos podemos encontrar la memoria visual, la memoria auditiva, la táctil, la gustativa y la olfativa.
Tradicionalmente, el olfato ha sido un sentido al que no se le ha prestado tanta importancia como a otros, como la vista o al oído. Pero lo cierto es que los estudios demuestran que el recuerdo de aromas y olores es mucho más intenso y duradero que las imágenes o los sonidos.
¿Qué relación existe entre el olfato y la memoria?
La información relacionada con el tacto, la audición y la visión llegan a los hemisferios cerebrales (corteza cerebral), mientras que la información del sentido del gusto y del olfato lo hacen a diferentes regiones del cerebro, especialmente al sistema límbico.
Para comprender cómo funciona la relación entre nuestro olfato y nuestra memoria, vamos a ahondar en el proceso sensitivo.
La señal eléctrica resultante de la estimulación olfativa llega a diferentes zonas del cerebro. Desde el bulbo olfativo las señales son conducidas a través del haz olfativo hasta las dos zonas cerebrales características.
Hay que destacar que hay muchas conexiones con el sistema límbico. De hecho, este se llegó a llamar “rinencéfalo” o “cerebro olfativo”. Y es que, el sistema límbico comprende las estructuras cerebrales que regulan las respuestas fisiológicas frente a determinados estímulos y regula las emociones, la memoria, el hambre y los instintos sexuales.
En esencia, el sistema límbico es un centro de gestión emocional y del sistema olfativo. En este sentido, olfato, memoria y emociones están estrechamente relacionados.
En este sistema se llevan a cabo muchos procesos tan importantes como la de detección de sustancias nocivas, gases o alimentos en descomposición, una función primaria orientada a la supervivencia. Pero también la colaboración con el sentido del gusto en la percepción de los sabores de la comida, la identificación de los olores y, como no, el refuerzo de la memoria mediante la asociación de olores y recuerdos.
Un ejemplo: La Magdalena de Proust
¿Qué tienen que ver el novelista francés Marcel Proust con la memoria, el olfato y las emociones? Sin ser un neurocientífico al uso, Proust explicó esta relación a la perfección en el pasaje de una de sus obras (“Por el camino de Swann”) al describir cómo un simple aroma es capaz de despertar una serie de sensaciones y de emociones:
“En el mismo instante en que ese sorbo de té mezclado con sabor a pastel tocó mi paladar, el recuerdo se hizo presente. Era el mismo sabor de aquella magdalena que mi tía me daba los sábados por la mañana. Tan pronto como reconocí los sabores de aquella magdalena apareció la casa gris y su fachada, y con la casa, la ciudad, la plaza a la que se me enviaba antes del mediodía, las calles…”
Olfato, memoria y marketing
Esta capacidad evocadora del olfato no ha pasado desapercibida para el marketing, que ha desarrollado toda una disciplina enmarcada en el Marketing Sensorial. Hablamos en concreto del Marketing Olfativo, que en Ambiseint trabajamos a través de la aromatización profesional de todo tipo de locales y edificios.
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