Su fundador Fernando Castillo, durante la estancia de un verano en dicha isla, había observado algo que le pareció muy curioso: los establecimientos locales más conocidos, de fama y referencia internacional, cuidaban de una manera muy esmerada aspectos de su imagen tales como la decoración, la presentación de sus productos, la iluminación, el sonido, por supuesto la música, pero el aroma de dichos negocios era pasado por alto en muchas ocasiones; En casi ninguno usaban perfumes ambientales de calidad, e incluso en varios se presentaban problemas de malos olores. Al investigar sobre el tema, los responsables de los establecimientos le comentaban que era algo normal por la gran afluencia de clientes, por la humedad y la proximidad al mar y naturalmente por humo del tabaco, pues en esa época aún estaba permitido fumar dentro de los espacios públicos. Oído esto y después de efectuar un sondeo del mercado, se dio cuenta de que había un vacío en las empresas que comercializaban dichos productos ya que no cumplían las expectativas. Existían algunas demasiado caras, con precios excesivos, otras dedicadas a la higiene ambiental que trabajaban con productos muy básicos de ínfima calidad, destinados casi exclusivamente a su uso en aseos y otras que comercializaban ambientadores para empresas, con buenos productos pero que no prestaban servicio al cliente y por lo tanto no garantizaban a los negocios una difusión eficaz y constante de los aromas.